Lo mismo de siempre

La gente ruda, las calles sucias, los parques viejos y sus columpios destrozados, las playas atestadas y el mar verde, los locales cerrados, las casas en ruinas y las farolas que no iluminan, los autobuses que llegan tarde, los trenes que salen antes de tiempo... Odio esta cuidad.
La misma rutina todas las semanas, las mismas caras, los mismos lugares. Una cárcel para el que no conoce la libertad. 

Un último paseo antes de despedir el ocaso, antes de acostarme bajo este cielo una sola vez más.  
La ciudad se ve extraña, inusualmente silenciosa. Experimento cierta nostalgia, observo con melancolía. Esta caja de sombras que me ha visto crecer, esta jaula de espectros, se despide de mí. 

Y la gente, la gente me mira con ternura al pasar; y las calles me guían y recuerdo, recuerdo el césped áspero y las tardes en él. Vuelvo a ver las noches en la playa, los baños nocturnos, los paseos en la orilla. No puedo evitar rememorar las aventuras entre escombros, las guaridas secretas, las carreras por las calles sin iluminar. Y perdí autobuses por besarte, y deseé que los trenes se parasen para viajar por tu mirada. 

Dejar todo esto atrás va a ser más difícil de lo que creía. Es cierto eso de que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde. 
Y yo me voy, pero quedo anclada a este lugar. Por mucho que quiera no me podré alejar.