El gusto amargo del recuerdo

En una  noche como esta llegué a lo más alto. Alcancé la cumbre de las emociones, bebí del cáliz de la dulce eternidad, vestí una corona de laurel y me proclamé el Zeus de los mortales. Colmado de dones, pletórico de gracia divina, me creí invencible aún cuando la tormenta avecina. Y protegido por hilos de oro  y piedras etéreas, reinaba en mi castillo de exquisitas maravillas.

Tardé aprendí que cuanto más alta es la cima, más dura es la caída.

Y yo caí. Descubrí que todas las cimas que había alcanzado ya habían sido escaladas, que el cáliz del que bebía estaba vacío, que a mi corona de laurel le crecían espinas y que Zeus luchaba en mi contra. Todos mis dones perecieron, la gracia que me envolvía se desvaneció como un globo en el cielo y de pronto me vi en el ojo del huracán. Y los hilos que me protegían me ahorcaban, y perdí de vista el brillo de las piedras preciosas y mi castillo de maravillas se sostenía sobre pilares de arena y sal.

Caí y fui rey de la soledad. Caí y me acostumbré al gusto amargo del recuerdo.

Comentarios

  1. Acabo de descubrir tu blog y me encuentro con este maravilloso texto. Sin palabras, Carlota. ¡Enhorabuena!

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  2. ¿Dos entradas nuevas? ¡Vaya alegría me has dado!
    Este también es genial. Me gustó mucho, es más de la linea que sueles escribir.

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  3. Acabo de descubrir tu blog y... ¡Vaya descubrimiento!
    Precioso, Carlota.

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  4. Magnifico texto, como siempre.

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  5. Este texto es simplemente, asombroso.

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  6. No había leido este texto, chica.
    Precioso, de veras. Me llegan a decir que es de una escritora profesional cualquiera y me lo llego a creer.

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