¡Qué bien te sienta la felicidad!

Olvidad todo lo que alguna vez os hayan dicho sobre mí, porque es mentira, una aciaga deformación de la realidad que deja en la memoria una persona que jamás conocísteis. Borrad todo resquicio de mi persona en vosotros, porque jamás supisteis nada. 

Nadie me entendió, pero supongo que yo nunca supe explicarme. Puede que fuesen una serie de intrincados infortunios los que me llevaron a odiar de esta manera y, después de todo, a amar con tanta intensidad.

Os dijeron que era fuerte, cuando yo solo aparentaba, cuando me mantenía en pie por aquellos a los que amaba. Os dijeron que era débil, cuando nadie podía vencerme, cuando mis entrañas habían sido desgarradas y mi corazón era de hierro. 

Dijeron que tenía el don de la palabra mientras yo moría por saber qué decirte. Anunciaron que yo siempre lo tenía todo bajo control, cuando temblaba al verte, cuando rompías todos mis esquemas. Contaron que yo sabía hacer reír, cuando apenas podía reír yo misma. Dijeron que no sonreía nunca, cuando me pasaba la vida con una sonrisa. 

Declararon que yo era segura, que caminaba con la cabeza alta, cuando no podía evitar apartar la vista al mirarme al espejo. Afirmaron que no tenía autoestima y yo no hice caso a nada de lo que dijeron de mí, y yo les sonreí a aquellos que me insultaron, y yo me quise. 

Nadie sabe nada y todos hablan. Ninguno tiene ni idea y sin embargo cuentan como si supieran.