Aprendí que las personas eran defectuosas, que era mejor confesarse al viento.
Que mi mejor aliado era el silencio, que su soledad no me defraudaría.
Por mucho que digan, las palabras carecen de valor y que cuando se presenta el olvido no queda constancia de intención alguna, y no hay testigo que valga cuando uno no quiere recordar
Que las acciones no se matizan, la intención dejó de ser relevante. Cuando te equivocas, no hay nada que pueda arreglarlo. El por qué y la razón de las cosas no se busca.
Así pues, como las palabras de la gente, sumidas en el silencio, como la intención y la razón, quizá y solo quizá sea mejor ocultarse uno mismo, y que sea el silencio el que te proteja. Si nada dices, nada te responderán.
Que mi mejor aliado era el silencio, que su soledad no me defraudaría.
Por mucho que digan, las palabras carecen de valor y que cuando se presenta el olvido no queda constancia de intención alguna, y no hay testigo que valga cuando uno no quiere recordar
Que las acciones no se matizan, la intención dejó de ser relevante. Cuando te equivocas, no hay nada que pueda arreglarlo. El por qué y la razón de las cosas no se busca.
Así pues, como las palabras de la gente, sumidas en el silencio, como la intención y la razón, quizá y solo quizá sea mejor ocultarse uno mismo, y que sea el silencio el que te proteja. Si nada dices, nada te responderán.
¿Como es posible que este texto no tenga comentarios? Pues ea, yo te escribo el primero y espero que no el último. Es sencillo pero genial.
ResponderEliminarNo debería uno comenzar el mundo con una mochila vacía. Las palabras tienen fuerza y la gente está por descubrir.
ResponderEliminarGracias por tu visita a La Acequia, en la que espero hallarte siempre que lo desees.